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Tiramos los dados y nos sale un dos y un cinco: las reglas del juego dicen que en este post tendremos que hablar de plantar zanahorias y de procesos creativos. Pero esto se entenderá más tarde.

Ya sabes que nuestros afterwork queremos acercarnos a gente interesante y que nos puede aportar novedades, tendencias, gente de la que podemos aprender y gente que nos ayuda a acercarnos a la sociedad y a la empresa para poner todo al servicio de nuestros clientes. Pues bien, quien protagoniza nuestro último afterwork es Javier Vielba, músico y productor y una de las cabezas pensantes en bandas como Arizona Baby, Corizonas o en su proyecto más personal, el que lleva su alias, El Meister. Viene porque nos interesa mucho su manera de acercarse a los procesos creativos, al publico joven y no tan joven, a conocer cómo un adolescente que agarra una guitarra acústica por primera vez en su habitación acaba convertido en un cabeza de cartel en festivales por todo el país. Ahora bien, entonces y ahora, la mecánica es la misma. Es todo un juego, es todo algo divertido. «Si me aburro, lo dejo», llegó a reconocer en El Colmao de San Andrés, sede de este afterwork. 

Puede parecer algo frívolo, pero no: su proceso de dar con una voz propia tiene mucho de oficio —son bastantes años ya, desde sus primeras bandas en la escena local vallisoletana—, requiere de paciencia y de que no cunda el desánimo concierto tras concierto. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de crear canciones. Y, cuanto más auténtico y más propio sea lo que haces, mejor. «En cuanto pude, me puse a hacer mis canciones», explicaba Vielba. «Me decían ‘tócate una de AC/DC’. ‘No, esa no me la sé. Te puedo tocar esta mía’»

Imitar a otro —o inspirarte en lo que otro hace mal, que también—, vino a decir El Meister, puede llegar a ser una forma de crear algo nuevo. Eso sí, siempre que hagas de ello algo personal. Da igual que acabe en una canción para su grupo de mayor inspiración americana —Arizona Baby— o para otro de sus proyectos más consagrados a la tierra ,«de esos con los que te salen raíces del zapato», y espíritu el hazlo-tú-mismo—El Meister—. De lo que se trata es de que cualquier situación te diga algo —podría haber sido esta charla— y de que acabe convertida en una canción.

Se trata de un juego, al fin y al cabo, si de lo que se trata es de ingeniarse mecanismos que incentiven la creatividad. «Por ejemplo, con mis dados de juegos rol», dijo Vielba. «Tiro un dado y sale un 10 y un ocho. Eso significa la página 1.008 de una antología de literatura inglesa que tenga por casa». Y vuelve a tirar. Al poco rato tiene una montaña de frases inconexas, pero de las cuales puede surgir una idea para una canción.

Tiene mucho de azar, claro, pero requiere de una metodología. Si uno no está alerta, nos vino a decir, de nada sirven estas distracciones. La creatividad surge donde menos se la espera. Bueno, no exactamente.

«Tú llegas a tu terreno y plantas tomates aquí, zanahorias allá. Crecen justo en el sitio en el que yo los plante, en el que yo quiera. Pero la creatividad no es así. Es más como si fuese un campo de hongos: tiro esporas y sé que van a salir setas por esta zona, pero no sé dónde exactamente. Solo hay que estar un poco pendiente del terreno y de crear unas condiciones óptimas, nada más». O como el cazador que tiene que estar pendiente de por dónde sale su presa. Y —ay— tener paciencia.

Entonces, ya tenemos la zanahoria. Y ahora las reglas dicen que tenemos que hablar de productos musicales y de Minecraft —de ello también se habló—. O de Ringo Starr y de si Vielba fue o no buen profesor —de eso también—.  Pero esa será ya otra historia. Mientras, tiramos los dados y seguimos jugando.

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